Mónica Millán nació en San Ignacio Provincia de Misiones, en 1960. Estudió en el Profesorado Superior Antonio Ruíz de Montoya (Posadas) asistió al taller de Luis Felipe Noé, a quien considera su maestro. Recibió las becas de la Fundación Antorchas, del Fondo Nacional de las Artes, Fundación Rockefeller y Fundación Telefónica, entre otras. Desde 2002 viene trabajando en Paraguay con un pueblo de tejedores, asesorada por el ensayista crítico de arte Ticio Escobar, fundador y director del Museo de Arte Indígena del Centro de Artes Visuales de Asunción. Su trabajo de recuperación, identificación y recreación de tejidos tradicionales le permitió generar un vínculo muy fecundo entre creación artística, artesanía popular y lenguaje plástico.
DEDALO: Siempre has dicho que el tema central en tu obra es la naturaleza, pero no es cualquier naturaleza, sino la de tu origen, de la infancia ¿cómo estas experiencias atraviezan tu obra?
MONICA MILLAN: Yo nací en un pequeño pueblo de Misiones, San Ignacio, yo estiraba el brazo y ya comenzaba el monte y para mí esa experiencia fue muy fuerte, no quiere decir que todo aquel que haya vivido en el monte tiene que hacer naturaleza. A mi particularmente esa naturaleza salvaje del monte me signó, sus verdes brillantes y cálidos que son el complementario perfecto de la tierra roja. Es una naturaleza que atropella, que avanza. No por nada los inmigrantes desde que comenzaron a llegar a Misiones en 1910 con machetes comenzaron a cortar y cortar porque creo que les daria muchísimo miedo, da mucho miedo estar adentro del monte misionero.
D: En tu obra plasmas cierto misterio y secreto que surge de esa tierra.
MM: A mí entrar en el monte me marea, me produce un placer enorme, un miedo que atrapa que conservo desde cuando era niña, se pierde la noción de lo que está arriba y lo que está abajo, uno tiene que cuidarse de todos lados.
D: Estas vivencias también se perciben en tus obras cuando incorporas también el plano sonoro, además de lo visual
MM: Yo creo que el paisaje nos dibuja, nos conforma. No es lo mismo una persona que creció en una ciudad, u otra que nació en la pampa donde la llanura marca una línea de horizonte un espacio que no existe en Misiones donde la naturaleza se nos viene al cuerpo, se nos encima y nos chupa. Esto aparece en mi trabajo que son como grandes telones en los que no existe profundidad. Es una trama, como un gran tejido de dibujo que puede atraparnos.
D: Esta posibilidad de cargar todas estas experiencias en tu obra hace que tenga una fuerte impronta de identidad.
MM: Sí, en mí particularmente pegó muy fuerte, aunque hace años que vivo en Buenos Aires y yendo y viniendo por distintos lugares. No quiere decir que le pase a todos los artistas misioneros, en mí es una decisión y trasciende la cuestión identitaria de la infancia, a uno es atarpado también por lo que va plasmando en la tela, el espacio empieza a hablar por sí mismo.
D: Contanos cual fue tu experiencia en el pueblo de tejedores de Paraguay.
MM: Ese trabajo fue muy importante para mí desde el 2002 hasta el día de hoy que yo sigo trabajando en el pueblo. Yo venía de vivir en Canadá por una beca, llego a Buenos Aires el 10 de diciembre de 2001. Yo venía con la intención de quedarme a vivir en Buenos Aires pero cuando llegué la situación era muy angustiosa y decido volverme a Misiones. En ese momento gano una beca de la fundación Rockefeller en el Paraguay. A mí me interesaba particularmente de esta beca la posibilidad de trabajar en un pueblo de tejedores y ser dirigida por Ticio Escobar. El pueblo es muy pequeño, tiene 1500 habitantes, todos tejen y bordan, en las escuelas se enseña a bordar y a tejer sin diferencia de sexos. El pueblo y el Paraguay son muy particulares, el pueblo paraguayo quedó en una cuestión de artesania y tiene un poder en las manos. Una frase que signó mi trabajo y marcó mi cabeza fue “el país se nos fue de las manos” que se escuchaba reiteradamente en Argentina a comienzos del 2002, es en ese momento que yo llego a ese pueblo donde todo era hecho con las manos, donde el trabajo del día a día marcaba lo que te sucedía en la vida y eso los argentinos lo habíamos perdido. Trabaje un año entero con las tejedoras, para mi artista plástica, que trabaja en soledad, trabajar junto a un pueblo de puertas abiertas, compartiendo mates y comidas fue una gran experiencia, fue como volver a mi infancia a bordar con mis abuelas.
D: ¿Cómo tomaban ellos tu presencia ahí? ¿que pensaban de tu trabajo?
MM: Yo venía preparada para responder a sus preguntas y fueron pasando los días y nunca me preguntaban nada. Enseguida me acogieron, me brindaron su casa y sus saberes. Yo no quería intimidarlos con tecnología, sacando fotos y demás, simplemente me acotaba a tomar notas en un cuaderno. Cuando le cuento esto a Ticio Escobar me dijo, los estás desilucionando, ellos están esperando que los filmes, que los grabes, ansiosos de mostrarse. Me dijo no hay que ser paternalistas cuando uno entra en esos pueblos, no hay que cuidarlos de nada.
D: ¿Contanos como es el museo del Barro de asunción?
Este museo fue creado en plena dictadura, por un grupo de personas entre las que se encuentra Ticio Escobar, tiene una gran cantidad de obra en arcilla, indígena. Es un grupo humano increíble que creo este museo en ese momento. Ticio Escobar es en este momento el ministro de cultura de Lugo, participando de este momento, en mi opinión histórico del Paraguay, es la primera vez que el partido colorado no está en el poder. Un momento histórico también en Latinoamerica porque además deLugo en el Paraguay está Evo en Bolivia, Cávez en Venezuela.
D: También Lula en Brasil. Cuando se visitaba Asunción durante la dictadura llamaba la atención el silencio en esa ciudad, que diferencias notas con el Paraguay actual?
MM: El pueblo paraguayo vivió en toque de queda durante la dictadura, eso hizo que no tenga una cultura de la manifestación. Recién ahora, muy de a poquito se están tomando las calles, entendiendo sus derechos. Los cambios que se están dando son tan grandes que la gente no los asimila aún totalmente. A mi me llena de orgullo porque amo el Paraguay.
D: Las tejedoras hoy, ¿tienen esperanzas, qué cambios notan?
MM: Los cambios se irán viendo de a poco. Hay algo curioso en este pueblo y es que las mujeres tienen el poder económico, los hombres tejen en las horas libres, ellas son las que manejan la economía. El pueblo es sorprendentemente hermoso, limpio, con grandes terrenos, casas de barro, huertas y frutales. Sólo compran algunas cosas, se autoabastecen en casi todo. A eso que compran, (por ejemplo los zapatos, ya que no los pueden tejer) le llaman “el lujo”.
D: ¿Cómo ves a Buenos Aires, Posadas y a Argentina en general?
MM: Yo soy optimista. Intento tener una macromirada para no caer en la queja. No tenemos que olvidarnos lo que hemos pasado. Hay muchas cosas que han ido cambiando, claro que hay muchas cosas para mejorar, me duele ver la gente en la calle y tantas otras cosas pero hay que reconocer lo que se ha ido logrando.
En este momento Mónica Millán está exponiendo su obra “El vértigo de lo lento” (producto de su experiencia en el pueblo de tejedores en Paraguay) en Frankfurt, dentro del grupo de artistas argentinos que forman parte de la exposición “Historias de Resistencia y Cambio”.
Aquel que tenga interés en ver obra de Mónica Millán, puede hacerlo en noviembre en la Galería Palatina
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